LEYENDAS


En Campeche, es típico que la gente acostumbre a narrar increíbles leyendas acerca de seres Mitológicos y tradicionales Quimeras, en lugar de lo verdadero e histórico. Por lo que estas páginas están llenas de acontecimientos y personajes imaginarios; sin embargo, para hacer la lectura más placentera, este libro tiene la unión de lo Ficticio y Verídico.
Los Aluxes: Actuando unas veces como seres útiles e inocentes y otras a modo de entes maléficos e implacables.
Xtabay: Horrenda aparición en caminos solitarios al pie de la Ceiba, el árbol sagrado de los Mayas.
Los temidos Brujos y Yerbateros: Con su grande conocimiento herbolario pueden curar o aliviar un sinfín de enfermedades, logrando asimismo ocasionar grandes males.
Los Corsarios, Filibusteros y Bucaneros eran crueles y sanguinarios Piratas que se dedicaban a saquear sin piedad a los habitantes de la industriosa y desprotegida población Porteña. Acerca de todos ellos solo se escribieron colosales historias de amor e inimaginables actos de heroísmo; siendo lo contrario, ya que se dedicaban al robo despiadado y a satisfacer su sed de sangre como fue el caso de Diego el Mulato y el pirata Lorenzillo entre otros.
Además, que estaremos inmersos en los sencillos e interesantes capítulos que nos proporcionarán una perspectiva diferente acerca de las costumbres Mayas y sus creencias.

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Aluxob

A la caza de un Alux


Después de unos minutos dentro del extraño ambiente que para nosotros fueron siglos, se acercó la cubana Colasa.
Al caminar se contoneaba y pasaba su mano con gracia sobre el negro, corto y
ensortijado cabello que traía arreglado con minúsculas trenzas que brillaban de tanta vaselina y remataban en unos pequeños huesos y moños de color rojo, realzando así su aspecto de pitonisa.
Excitada por el esfuerzo que hacia al llevar a cabo su trabajo, de su morena y amplia frente le escurrían gruesas gotas de sudor; en aquel momento sin avisar, nos roció con una loción verde y olorosa.
Nos indicó que entráramos a una
habitación adornada con policromos cortinajes, en los quicios colgaban algunas cabezas de ajo y unos ramos de hierbas, en el centro del cuarto había un viejo y destartalado anafe de lámina que tenía algo que ardía y echaba un sahumerio fastidioso y picante; Colasa siempre utilizaba ese espeso humo para sus trabajos, pero a nosotros, aparte de hacernos toser y derramar una que otra lágrima, nos causaba gran dificultad para distinguir nuestro entorno. La cubana maliciosa sonreía enseñando sus dientes manchados por el tabaco, mientras decía:
—Ustedes están poseídos de malos vientos y demonios por eso no soportan el olor—.
Mientras con ternura nos llamaba por nuestro nombre, no dejaba de mirarnos lascivamente y con sus delgadas manos de largas uñas pintadas de negro acariciaba mis cabellos, de repente se inclinó y me dio un beso directo, chupándome la boca como si fuera una fruta madura que me dejó nervioso e impregnado de un fuerte olor a tabaco y un agradable olor a sándalo.