Las
pesadillas por la noche fueron en aumento; ahora yo tenía sueños eróticos, muy
extraños, bellas mujeres voluptuosas de largas y sedosas cabelleras parecidas a
las jóvenes del tren me asediaban durante la noche provocándome poluciones a
tal manera que amanecía extenuado y hambriento.
Manuel me preguntó al
respecto:
—¿Qué te pasa? Te veo
preocupado.
—No lo sé exactamente
Manuel, pero siento que algo malo está ocurriendo.
—Malo, ¿cómo qué?
—Por las noches no puedo
Dormir, me parece ver figuras de voluptuosas mujeres que deambulan por el aire
y cuando al fin logro cerrar los ojos, se incorporan a mi sueño, en realidad
esto es un infierno.
Manuel dijo al mismo
tiempo que reía estrepitosamente.
—¡Un infierno!, amigo invítame a tu infierno.
Pero rápido se puso
serio y dijo:
—Me da risa de miedo y
no de otra cosa, yo tampoco duermo tranquilo, lo que pasa, como tú ya sabes me
duermo fácilmente.
—Sí, lo sé, tú duermes
hasta caminando —le dije, y reímos los dos.
—Sí, es cierto, pero
escucha, te voy a contar mis sueños, son muy parecidos a los tuyos, unas bellas
mujeres me asedian con los mismos propósitos que a ti, con la diferencia que
son bellas pero a la vez repugnantes y en mi sueño siempre ando huyendo de
ellas.
—Dices que son bellas y
repugnantes, ¿por qué?
—Sí, son hermosas y muy
perfumadas, se presentan completamente desnudas y sus rostros son muy parecidos
a las hermanitas de Emeterio y su mamá, pero tienen alas semejantes a los
murciélagos y de las partes íntimas de su cuerpo salen afiladas navajas que se
mueven produciendo un ruido espantoso.
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