El Hereje y El Abad
Muchas veces echan en cara los incrédulos a los adoradores de Jesucristo que creen sin examinar todo lo que es favorable a la Religión, o que no la examinan sino con el espíritu alucinado con las preocupaciones de la niñez y de la educación. Para sondear los arcanos de la Religión y conocer su hermosura, es preciso meditar por mucho tiempo. Ella es como un abismo de majestad y grandeza, el cual se presenta a los sabios tanto más profundo, cuanto más trabajan por internarse en él. Cuanto más se estudian sus fundamentos, tanto más admirablemente sólida se nos ostenta. Sus dogmas sagrados nos inspiran veneración y respeto, según que los comparamos con los desvaríos de los filósofos. Sin embargo, el impío no repara en menospreciar esta obra tan augusta de la sabiduría de Dios, aun antes de conocerla.
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